A veces no nos damos cuenta de cuánto duele quedarse donde ya no somos felices. Nos convencemos de que amar es aguantar, justificar, sostener, dar más… aunque duela.
Pero lo cierto es que ningún amor debería hacernos perder la paz, el respeto o la dignidad. Porque el amor no se mide por cuánto resistís, sino por cuánto te cuidas mientras amas. Y cuando empiezas a traicionarte para no perder a alguien, ya te estás perdiendo a ti.
Recuperar la dignidad no es orgullo, es sanación. Es recordar que mereces un amor que no te apague, que no te haga dudar de tu valor, que no te exija renunciar a vos para ser querido.
Amar también es saber irte cuando quedarte te lastima. Y aprender a amarte tanto, que no aceptes menos de lo que mereces.
Tu dignidad no se negocia. Es el punto de partida para construir un amor sano, empezando por el tuyo propio.
1) Cuando justificas lo injustificable. Sabes que te mintió, pero te dices a ti mismo: “todos se equivocan”.
2) Cuando te conformas con migajas. Un mensaje, una llamada rápida, una salida al mes… y lo que aceptas como si fuera suficiente.
3) Cuando bajas tus límites para que no se vaya. Toleras lo que juraste que nunca permitirías, solo para no perderlo.
4) Cuando dejas de reconocerte. Miras atrás y ya no ves a la persona fuerte que eras, solo a alguien desgastado.
5) Cuando aguantas humillaciones disfrazadas de bromas. Te hiere, pero te ríes para no exagerar.
6) Cuando siempre eres tú quien busca, insiste y sostiene.
7) Cuando ya no duermes tranquilo por la ansiedad que te provoca. El amor no debería quitarte paz.
8) Cuando pones sus necesidades por encima de las tuyas… siempre. Y al final sientes que tú no importas.
9) Cuando te quedas, aunque sabes que ya no eres feliz. Ese es el grito más fuerte de que te estás traicionando.
10) Y la más dolorosa: cuando amas más a esa persona de lo que te amas a ti. Porque ahí ya no es amor, es pérdida de dignidad.
Fuente: Tumejoryo.ar