Las llamadas «adicciones comportamentales» son una serie de trastornos mentales vinculados a actividades humanas, a menudo placenteras, y que no están relacionadas con la ingesta de sustancias químicas.
Para padecer una adicción de este tipo -juego patológico, compras compulsivas, adicción a Internet o a las pantallas de dispositivos- debe existir una vulnerabilidad individual, dándose la patología dual (coexistencia de un trastorno adictivo y otro trastorno mental), siendo lo más frecuente otra afectación psicopatológica especialmente en forma de trastornos afectivos y/o de ansiedad, síntomas obsesivos compulsivos y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
En este sentido, «el juego patológico, que es la única adicción comportamental hasta la fecha incluida en la clasificación de adicciones por las evidencias neurocientíficas que permiten equipararla a cualquier otra adicción a sustancias, es entre dos y cuatro veces más frecuente en jóvenes de entre 12 y 17 años que en adultos, con un riesgo añadido en esos adolescentes del 10-14% de desarrollar una adicción al juego en la vida adulta», ha explicado el doctor Ignacio Basurte, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), en el marco del I Congreso Mundial de la World Association of Dual Disorders (WADD) y el V Congreso Internacional de la SEPD, celebrado en Madrid.
El juego patológico se caracteriza por el impulso persistente y progresivo en intensidad y urgencia que cada vez consume más tiempo, energía y recursos emocionales y materiales de la persona, repercutiendo, inevitablemente, en su calidad de vida
«La persona adicta muestra una dependencia psicológica de la conducta de la que es adicto pensando continuamente en ella, perdiendo interés por otras actividades que antes eran gratificantes, y comenzando a tener graves problemas en la vida cotidiana», afirma el doctor Enrique Echeburúa. catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco.
El juego patológico, que es una de las adicciones comportamentales más frecuentes, se caracteriza, según el doctor Basurte, por «el impulso persistente y progresivo en intensidad y urgencia consumiendo cada vez más tiempo, energía y recursos emocionales y materiales de la persona, repercutiendo, inevitablemente, en su calidad de vida».
Sin embargo, según los especialistas, la prevalencia de otras, como el uso problemático de Internet en adolescentes, es más difícil de determinar que la del juego patológico. El principal problema de las adicciones comportamentales, a diferencia de las adicciones a sustancias, es que el componente objeto de las mismas puede formar parte necesaria de la vida diaria y del trabajo de las personas, como el caso de la adicción a Internet, siendo difícil distinguir entre ese uso y una verdadera adicción.
Asimismo, la compra compulsiva es otra de las adicciones más frecuentes, se estima que tiene una prevalencia de entre el 5,8 y el 8%, y suele asociarse a trastornos depresivos y baja autoestima.
Y también la adicción al trabajo es otra adicción comportamental que, en este caso, suele ser más aceptada y justificada socialmente, según los expertos, y que el «laboradicto tiende a negar. Esta adicción comprende a aquellos trabajadores que, de forma gradual, pierden estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder, en un intento por lograr el éxito o la aceptación de sus jefes. Afecta en su mayor parte a profesionales varones de entre 35 y 50 años, profesionales liberales y mandos intermedio, en los cuales la adicción al trabajo suele cobijar problemas afectivos y personalidades específicas como la anancástica y narcisista», resalta el doctor Basurte.
Las adicciones asociadas a la necesidad de estar conectados a Internet incluyen todas sus modalidades, desde juegos en línea, pornoadicción hasta redes sociales. Pero, «una cosa es el mal uso de las redes y otra la adicción», puntualiza el doctor Echeburúa, a la vez que añade que hay adicción cuando el uso de las redes sociales supone una pérdida de control, una absorción a nivel mental y hay una interferencia grave en la vida cotidiana (a nivel escolar, familiar o social) de la persona afectada. «Más que el número de horas conectado a la red, lo determinante es el grado de interferencia en la vida cotidiana», continúa.
La adicción al trabajo es otra adicción comportamental que, en este caso, suele ser más aceptada y justificada socialmente, según los expertos, y que el 'laboradicto' tiende a negar.
Según este especialista, «el abuso de las redes sociales virtuales puede facilitar el aislamiento, el bajo rendimiento, el desinterés por otros temas, los trastornos de conducta y el quebranto económico (los videojuegos), así como el sedentarismo y la obesidad». Estas personas buscan, tal y como apunta el doctor, «ser visibles ante los demás, reafirmar la identidad ante el grupo. La persona muestra un ansia por las redes sociales y se produce un flujo de transrealidad que recuerda a la experiencia de las drogas».
«Existe también un riesgo al crear una identidad ficticia, potenciada por un factor de autoengaño. Se facilita la confusión entre lo íntimo, lo privado y lo público y se fomentan conductas histriónicas y narcisistas, cuando no deformadoras de la realidad», afirma.
Señales de alarma
Las principales señales de alarma que denotan la conversión de una afición en una adicción son:
—Privarse de sueño (<5 horas) para estar conectado a la red, a la que se dedica unos tiempos de conexión anormalmente altos.
—Descuidar otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las relaciones sociales, el estudio o el cuidado de la salud.
—Recibir quejas en relación con el uso de la red de alguien cercano, como los padres o los hermanos.
—Pensar en la red constantemente, incluso cuando no se está conectado a ella y sentirse irritado excesivamente cuando la conexión falla o resulta muy lenta.
—Intentar limitar el tiempo de conexión, pero sin conseguirlo, y perder la noción del tiempo.
—Mentir sobre el tiempo real que se está conectado.
—Aislarse socialmente, mostrarse irritable y bajar el rendimiento en los estudios.
—Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está delante del ordenador.
Los especialistas recomiendan en el ámbito de la infancia que los adultos elaboraren junto con los niños un horario en los que clasificar las distintas tareas a realizar, limitar el tiempo de conexión (unas 1,5 horas diarias, con excepciones los fines de semana) y revisar los contenidos, lo que resulta más sencillo cuando se ubican los ordenadores en lugares comunes (el salón de la casa, por ejemplo). En Europa ya se han creado centros para tratar este tipo de adicciones y cada vez es mayor la conciencia social y política desde la perspectiva de un problema de salud, según el doctor Basurte.
En el tratamiento de las adicciones comportamentales, a excepción del juego, no se puede plantear como meta terapéutica la abstinencia total porque resultan necesarias en la vida cotidiana
En el ámbito de las adicciones a sustancias (tabaquismo, alcoholismo, dependencia a opiáceos, etc.) la meta terapéutica utilizada suele ser la abstinencia total respecto a la sustancia. «Sin embargo, en el tratamiento de las adicciones comportamentales resulta implanteable, con la excepción del juego patológico. Se trata de conductas descontroladas, pero que resultan necesarias en la vida cotidiana, como ocurre en el caso de conectarse a Internet, de hablar por el móvil, etc. El objetivo terapéutico debe centrarse, por tanto, en el reaprendizaje del control de la conducta», dice el doctor Echeburúa.
A este respecto, según este experto, «a medida que avanza el tratamiento, el control de estímulos tiende a hacerse menos estricto, pero la persona debe seguir unas reglas de conducta determinadas. Más a largo plazo, conviene solucionar los problemas específicos (ansiedad, depresión, problemas de pareja, etc.) e introducir cambios en el estilo de vida, de modo que la persona sea capaz de obtener otras fuentes de gratificación alternativas al mundo virtual».
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Fuente: Hoy.es