Collodi
Pinocho acababa de escapar de uno de los muchos líos en que se metía a causa de sus numerosas travesuras; y corría sin parar por una carretera llena de barro debido a las recientes lluvias.
Era el camino que conducía a la casa del hada de los cabellos turquesa. Pinocho sabía que allí podía encontrar siempre ayuda.
Corría tanto como podía, y de repente, en medio del camino se le apareció una serpiente tan gruesa como un árbol, con ojos de fuego y echando humo por la cola.
-Perdona -le dijo pinocho-, ¿Querría apartarse para que yo pueda pasar?
La serpiente se relajó y permaneció inmóvil, con la cola humeante.
Se ha quedado tan quieta, será porque está muerta -pensó Pinocho, e intentó saltar por encima de ella.
Pero la serpiente se enderezó de repente, con los ojos girándole en las órbitas y la cola echando humo y golpeó a pinocho, que dio tres volteretas por el aire y acabó en el suelo.
Cuando la serpiente le vio patalear en el vacío con sus piernecitas de madera, no pudo aguantar la risa y siguió riendo hasta que… reventó. Y esta vez murió de verdad.
Moraleja: Los excesos nunca son buenos.
hola Mariano, me gustan tus cuentos