Bayera, la pantera negra, estaba cada día más vieja, cada día más gruñona. Se sentía cansada y, a veces, buscaba un lugar oscuro, donde se pasaba horas y horas quieta, sin hacer nada. Pero Bayera pensaba …, pensaba siempre en Mowgli, el cachorro del hombre, aquel que un día salvó del río y llevó a la loba para que lo amamantase. Pero Mowgli había vuelto con los hombres y los años habían pasado. Y en el corazón de la pantera, la tristeza crecía y crecía.
A veces, desde su rincón, con la vista que empezaba a fallarle, acechaba el poblado de los hombres. Y un día vio salir a un chicuelo bullicioso y correr y alejarse de la empalizada, y la vieja pantera tembló.
“Es Mowgli”, se dijo sorprendida. Luego comprendió que debía haber crecido. ¿Sería su cachorro?
Lo era, y Bayera fue siguiendo al imprudente chicuelo, oculta entre el ramaje, cada vez más lejos. De pronto, lo que vio la hizo estremecer.
¡Shere Khan al acecho del niño! Un Shere Khan feliz, poderoso … tampoco era su antiguo enemigo, el feroz devorador de hombres, sino su hijo, Thor Khan, tan temible como su padre. Entonces Bayera aulló con toda la fuerza de sus pulmones, con la fuerza de cuando era joven e invencible, hasta quedarse sin aliento. Acudieron los lobos y entendieron su llamada, y acosaron a Thor Khan, mientras Bayera tomó con sus dientes por las ropas al imprudente cachorro de Mowgli y lo condujo al poblado.
Los antiguos amigos de Mowgli, sus protectores en la selva, acababan de salvar a su hijo. Y cuando el niño, con torpes palabras contó a su padre lo sucedido, su corazón se inundó de gratitud, porque comprendió que, más allá de la empalizada del poblado, seguía teniendo verdaderos amigos.
#PiensaPositivo
Gracias por compartir esta enseñanza de vida nos olvidamos qué la gratitud es un valor invaluable
Gracias🙏