Los niños de un pequeño pueblo no tenían donde jugar. Por eso, un día entraron a curiosear al hermoso jardín que tenía un riquísimo gigante, que sin embargo, era muy egoísta. El gigante, enfurecido, los echó de allí. Entonces, la primavera, enfadada por el egoísmo del gigante, decidió marcharse para siempre y sólo el viento, la nieve y el hielo poblaron su jardín.
Años después, unos niños entraron en el jardín a jugar. Al oírlos, el gigante salió dispuesto a echarlos, pero vio que a medida que los niños pisaban sobre la nieve, brotaba el verde césped, los árboles se llenaban de frutos si ellos trepaban y el hielo de las fuentes se fundía con el roce de sus manitas. El gigante entendió que el invierno reinaba allí por su egoísmo y que los niños le devolvían la primavera y, desde entonces, los pequeños jugaron en el jardín del gigante y la primavera lució para siempre.
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